La regla de oro para ganar en apuestas es establecer un presupuesto claro, conocer bien el sitio y las reglas del juego, ser cuidadoso con los bonos y no apostar en lo que no se entiende completamente. Mantener un enfoque disciplinado y evitar la codicia es fundamental.
El mundo de las apuestas es un mundo sencillo, pero a la vez complejo. Ganar y perder forma parte del día a día de todos los apostantes, tanto de los exitosos como de los que terminan fracasando. Acertar un resultado concreto no hace a nadie un maestro en el arte de apostar. Cualquiera puede acertar un resultado particular, la propia naturaleza de las apuestas implica que, si hay una cuota establecida, ese resultado es siempre posible.
Sin embargo, al igual que un solo árbol con muchas hojas no es un bosque, ni una gota de agua por gorda que sea hace fluir un río, una sola apuesta ganada no identifica a un buen apostante, por muy alta que sea la cuota. Para considerarnos apostantes experimentados o pronosticadores fiables, para poder realmente diferenciar la habilidad de la suerte, debemos demostrar consistencia. Solo tras un número suficiente de operaciones contrastaremos nuestra calidad.
Es en nuestra capacidad de lograr ganar más dinero de nuestros aciertos del que perdemos después de nuestros errores, y de hacerlo de forma sostenida en el tiempo, donde hallaremos la respuesta para definirnos como apostantes rentables.
Tener en Cuenta:
El éxito en las apuestas solo puede medirse en el largo plazo. Por desgracia, el fracaso puede aparecer en el plazo más corto que podamos imaginarnos. Subestimar el riesgo en unos pocos casos seguidos y encadenar una racha negativa de operaciones mal concebidas puede terminar agotando nuestro presupuesto y expulsarnos del juego.
De hecho, una única operación mal planteada puede suponer un golpe decisivo a nuestro bankroll, del que nunca podamos recuperarnos por muy buenos pronósticos que realicemos a continuación. Los órdagos de película, esas apuestas de «todo o nada» donde el guapo protagonista se juega en Las Vegas el todo por el todo, suelen terminar en el mundo real con el irresponsable desplumado y en bancarrota. Y con la chica en el Ferrari del dueño del casino.